Cuando era más joven, era una cuestión que me perturbaba: veía a las demás personas de mi alrededor enamorarse, tener relaciones o rollos, y yo no sentía nada, ni físico ni emocional. Podía mirar a la persona más atractiva del instituto o con la más inteligente e interesante de la universidad y me dejaba totalmente fría en ese sentido. Durante mucho tiempo me agobiaba porque me sentía desplazada y como si estuviera carente de una pieza fundamental, pero después acepté que yo era así y que no debía torturarme por ello.